miércoles, 28 de marzo de 2012

EL JUEZ POETA VUELVE A LAS ANDADAS


Es obvio que Su Señoría Álvaro Gaspar Pardo de Andrade no tiene remedio. Su persistencia en el error, sumada a un narcisismo fuera de toda duda, da como resultado una nueva fechoría en forma de sentencia mediante la cual ha vuelto a ocupar las primeras planas de los medios de comunicación. A quienes le conocemos no nos cuesta ningún esfuerzo imaginar cómo estará relamiéndose con su última hazaña, habida cuenta que es uno de esos tipos encantados de haberse conocido.
Allá por el pasado mes de octubre ya tuvo a bien dar la nota –por cierto, no era la primera vez- con una humillante resolución en verso cuya diana fue una cliente del bufete de abogados en el que presto mis servicios. El letrado encargado de aquel caso, Gerardo Pérez, interpuso a instancias de la afectada la correspondiente denuncia ante el Consejo General del Poder Judicial y la chanza en cuestión inspiró una entrada en mi blog de fecha 4 de noviembre de 2011 titulada “Justicia poética para el juez poeta”. Basta pinchar sobre ella para acceder a su lectura.
Pues bien. Lejos de enmendarse y convencido de sus dotes de trovero, D. Álvaro ha hecho caso omiso de las recomendaciones de sus superiores y no ha podido resistirse a complacer a su club de fans (que, me consta, lo tiene).
Sus víctimas propiciatorias han sido en esta ocasión dos personajes muy populares de la sociedad canaria, a saber, José Rodríguez, director del periódico tinerfeño El Día y Carlos Sosa, máximo responsable del diario digital “Canariasahora.es”, cuya sede se encuentra en Las Palmas de Gran Canaria. El furioso enfrentamiento entre ambos comunicadores, alimentado por el pleito insular, dura años y, por lo chusco del mismo, ha sido objeto de mofas y befas del respetable público mucho antes de desembocar en el Juzgado que encabeza nuestro ínclito Magistrado con ínfulas literarias.
El meollo del asunto radica en que el octogenario  Don José pierde los estribos cada vez que el cuasi cincuentón de Sosa le encasqueta el apelativo de Don Pepito, como mejor homenaje a la dinastía de los hermanos Aragón  -Gaby, Fofó y Miliki-. Así que, para aplacar su enojo, el anciano se dedica a contrarrestar su furia tachándole en sus editoriales de –seguimos con las rimas- “maricón canarión”. Sin comentarios…
Menos mal que Pardo de Andrade ha puesto las cosas en su sitio, es decir, la imagen del Tercer Poder a la altura del betún y la de los litigantes a la del barro- y nos ha vuelto a deleitar con sus pareados:
"Don Carlos, haga el honor. Respire, cuente hasta tres, luego ensaye ante el espejo: a Dios [sic] Don Pepito, hola Don José".
Gracias, Señoría, por su doble aportación jurídica y literaria. Con plumas como la suya el prestigio de la Justicia está a salvo. 

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