lunes, 2 de julio de 2012

¿SE PUEDE AMAR A ESPAÑA SIN QUE A UNO LE TACHEN DE FACHA?

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 2 de julio de 2012

Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 9 de julio de 2012


Para responder a tan peliaguda cuestión, que me formulo a raíz del despliegue de enseñas rojigualdas motivado por la celebración de la Eurocopa 2012, convendría aclarar previamente qué se entiende hoy en día por España y qué por facha, más que nada porque la lengua castellana está siendo objeto de frecuentes e inmisericordes ataques por parte de sus propios guardianes y una ya no sabe a qué carta quedarse en lo tocante al significado real de los vocablos. ¿Cómo entender si no que los miembros de la Real Academia hayan decidido incluir en la reciente actualización de su Diccionario términos como toballa con la excusa de que están socialmente muy arraigados? Me pregunto qué será lo próximo. Personalmente, y por la misma regla de tres, yo voto por cocreta, delicia gastronómica no menos enraizada en nuestra cultura popular.

La España global (o lo que queda de ella), pese a sus numerosas virtudes, padece algunos defectos que le perjudican sobremanera. Dejando al margen la envidia- nuestra indiscutible “marca de la casa”-,  los españoles somos muy dados a enfrentarnos en dos bandos, reminiscencia de una guerra civil fratricida de la que no hemos aprendido casi nada. Por esa razón, nos encanta clasificarnos en fachas o rojos, españolistas o nacionalistas, madridistas o culés, creyentes o ateos, machos o sarasas, racistas o integracionistas,… y encajamos con dificultad la saludable opción de mezclar dichos aspectos. Por lo visto, la gama de los grises nos parece altamente sospechosa.  Aquí los comunistas no pueden creer en Dios ni los conservadores renegar del Altísimo. Tampoco se considera normal ser de derechas y estar a favor del matrimonio homosexual o socialista y manifestarse en contra del aborto. Y, por supuesto, ser un auténtico independentista  implica preferir que ganen todos y cada uno de los equipos que se enfrenten a La Roja mientras se abuchea a los jugadores del Barça o del Athletic que forman parte de la selección campeona del mundo. Así nos luce el pelo, ignorantes de una Historia verdadera que apenas tiene que ver con la que, fruto de los complejos que arrastramos desde la Transición, están aprendiendo nuestros jóvenes en los centros escolares de las diecisiete ruinas autonómicas.

Desde que el mundo es mundo, el género humano se ha enzarzado en una sucesión de luchas y contiendas que han dado lugar a los distintos Estados que lo conforman. Cualquier ciudadano con un mínimo de criterio debería saber que los pueblos son lo que son en virtud de la herencia de sus invasores, posteriormente reconvertidos en pobladores. En el caso de España, íberos, celtas, romanos o árabes, entre otros, han dejado sus huellas culturales, artísticas, religiosas y sociológicas sobre cuantos territorios  se extienden desde Galicia a Andalucía, desde Cataluña al País Vasco y desde Castilla a los archipiélagos. Sin embargo, esa obsesión patológica de algunos políticos por manipular los sucesos históricos en su propio beneficio les ha servido para poner el acento en lo que a los españoles nos separa en vez de en lo que nos une que, mal que les pese, es mucho y bueno. Es obvio que un sentimiento tan íntimo como el de pertenencia nace del corazón y no debe ser impuesto a fuerza de himnos ni de banderas. Pero no es menos cierto que difícilmente puede brotar si éstos se asocian  de modo indisoluble a oscuros episodios que, por recientes, aún permanecen en la memoria colectiva.

Por eso, determinados gobernantes incurren en una imperdonable irresponsabilidad cuando, en vez de rescatar y defender sin fisuras nuestros símbolos comunes más allá del ámbito deportivo, optan por anteponer los elementos diferenciadores con el único afán de seguir detentando el poder. Y así, en vez de imitar a nuestros vecinos europeos -orgullosos de sí mismos y libres para demostrarlo-, se apresurarán a esconder las banderolas en cuanto las huestes de Del Bosque retornen al hogar. Por si acaso.

http://www.laprovincia.es/opinion/2012/07/02/amar-espana-le-tachen-facha/467091.html

4 comentarios:

  1. Simplemente comentar que el término "toballa" no es cierto "que los miembros de la Real Academia hayan decidido incluir en la reciente actualización de su Diccionario términos como toballa con la excusa de que están socialmente muy arraigados".
    En la versión de 2003 (y habría que ver en las anteriores) dicho término ya aparece:
    "toballa.1. f. toalla (ǁ pieza de felpa)."
    al igual que
    "tobaja.(Cf. toalla).1. f. desus. toalla (ǁ pieza de felpa). U. en Andalucía."
    Según aparece en el "Diccionario de la lengua española   Vigésima segunda edición   © Real Academia Española, 2003 © Espasa Calpe, S.A., 2003   Edición electrónica   Versión 1.0       El texto del Diccionario corresponde a la segunda tirada, corregida, de la vigésima segunda edición del Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española."

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  2. Estimado lector:

    Muchas gracias por su observación. Desconocía el dato. El otro día me pareció entender en una noticia de prensa que la novedad se incluía en la última actualización pero tomo buena nota de mi error.

    Un cordial saludo.

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  3. Nómada Dig Y Tal4 de julio de 2012, 18:27

    Hola Myriam:
    Me alegro de alongarme en ese tu postigo: Muy acertado lo del maniqueísmo: o blanco o negro. Pero me da que no es sólo cuestión de España; piensa, por ej., en USA, con el Bien luchando contra el imperior del Mal. ¿Una continuación de indios y vaqueros?(lo más evolucionado que he visto al respecto: El Bueno, ¡el Feo!, y el Malo; algo es algo). O los yihaditas, buenos por supuesto, contra el Occidente pecador.
    La intolerancia es producto de los "simplíficos"... ¡Con lo fácil que es peinar lo complejo cor una raya al medio! Y, por supuesto, los fanatismos religiosos o nacionalistas son campeones en el asunto. ¿A quién quieres más, a tu padre o a tu madre? (¿tú ves?,por algo se empieza)
    Lo de la lengua y la RAE, no sé, no parece malo incorporar las palabras "raras" nacidas en las aceras. Lo que me j*** es ese criterio impostado de que, por ej., en Catalonia (país imaginario, para no ofender), tienes que hablar por fuerza el "catalonés", y que los catalones, ¡de repente!, no parlen el castellano. Me recuerdan a esos actores que sobreactúan hasta por los codos y/o axilas.
    Con el permiso, y ahora que es tarde veraniega, me atrevo a definir "cocreta": Dícese de la croqueta con grietas calafateadas con salsa "mayonesa" (pero no digas que esto lo escribí yo).
    Me alegro de saludarte de nuevo, y si vas a la playa no estés mucho rato al "turrero" entre las 12 y las 15 horas. Gracias por mi atención.

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  4. Nómada:

    Siempre es un placer prestarte atención.

    Hablando de indios y vaqueros, excelentes tus reflexiones sobre el amigo americano de Eurovegas. Menudo personaje. En todo caso, le prefiero antes que a los políticos que están dispuestos a prostituirse para resultar elegidos por este Mr. Marshall del lumpen. País S.A.

    En cuanto al solajero, pierde cuidado. No me verás en la playa entre las 12 y las 15. Ni en la playa ni en las grandes superficies. Hay determinados enclaves que prefiero no frecuentar. Manías atávicas que tiene una.

    Te mando un abrazo presanferminero. Mañana a estas horas la ciudad de mis amores estará en fiestas. Unas fiestas, por cierto, que se parecen más bien poco a las de mi infancia. Pero eso daría para otro artículo...

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