miércoles, 23 de julio de 2014

LA TALLA XXXS ALIMENTA LA POLÉMICA



En su momento publiqué un artículo titulado “La anorexia desfila de nuevo sobre la pasarela” que, desgraciadamente, no pierde su vigencia. En ese sentido, puede unirse a otros relacionados con mi particular cruzada contra el culto a la belleza, la obsesión por la juventud o los peligros de la exposición solar desmedida.

El hecho es que se ha suscitado recientemente una nueva polémica sobre las tallas de la ropa, tras la controvertida decisión de una cadena textil de vender sus productos con talla XXXS, un nuevo tipo de tallaje pensado para mujeres con una cintura inferior a 60 centímetros. La empresa en cuestión ha justificado su decisión por la demanda de las clientas de origen asiático, sustancialmente más pequeñas que las occidentales.

Y no he podido por menos que reproducir parcialmente aquellas líneas, como nueva muestra de protesta por esa especie de locura colectiva que convierte a las féminas en esclavas de su cuerpo y, por ende, de su espíritu.

Las protagonizaba una quinceañera sueca, de nombre Julia Schneider,  que había ganado el concurso anual de modelos de la prestigiosa agencia Elite, responsable del descubrimiento de anteriores reinas de los desfiles, como Cindy Crawford -ganadora de la primera edición-, Naomi Campbell o la española Inés Sastre. Amén de contar con una edad que, por lógica, no le había permitido desarrollarse al completo ni física ni mentalmente, presentaba un aspecto desolador. Las cifras sobre las que se basaba su triunfo eran las siguientes: 1,79 m. de altura, 81 cm. de busto, 64 cm. de cintura, 86 cm. de cadera, un 42 de pie y una delgadez extrema cuya traducción a kilos no trascendió, seguramente para evitarle al respetable un soponcio no deseado. Tan esquelética adolescente, de ojos azules y rubia melena, resultó elegida entre ochocientas jóvenes de cincuenta y cinco países diferentes para, supuestamente, desarrollar un prometedor futuro profesional en las pasarelas de medio mundo. Paradójicamente, mientras en la década de los noventa las curvas femeninas cotizaban al alza y eran dignas de admiración, con la posterior entrada en escena de ese paradigma de la insalubridad llamado Kate Moss, aquella tendencia viró hacia la androginia en detrimento de la femineidad. 

La polémica desatada por el fallecimiento de dos modelos, una brasileña y otra uruguaya, a causa de esta patología, fue determinante a la hora de asociar pasarela y anorexia. Así que, desde que se dispararon las estadísticas de la enfermedad, los responsables del negocio decidieron hacer propósito de enmienda con el fin de eludir su parte de responsabilidad y en eventos como Cibeles o Gaudí prescindieron de aquellas profesionales que no poseyeran un índice adecuado de masa corporal. Sin embargo, la batalla prosigue y las promesas de corregir el problema caen una y otra vez en saco roto. 

Son millones las mujeres -y, aunque en menor medida, también los hombres- que enferman y hasta mueren a causa de las complicaciones derivadas de los desórdenes alimenticios sufridos en pos de un patrón de belleza inasumible. El mensaje que se transmite es demoledor y afecta a numerosas cuasi niñas sin la suficiente personalidad que, persuadidas de que la estética imperante es una combinación de piel y huesos embutida en una talla 34, acaban por negarse a comer. Semejantes cánones que equiparan a las mujeres con maniquíes de cartón piedra parecen, más bien, obra de mentes distorsionadas y ni siquiera resultan aptos para lucir adecuadamente las creaciones de ningún diseñador.

En mi opinión, ni la industria de referencia -dirigida por individuos que desoyen las reiteradas recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud sobre alimentación equilibrada y vida saludable- ni tampoco los propios modistos-empeñados en seguir contratando a auténticas perchas humanas que exhiban la estrechez de sus prendas- están libres de pecado y sus propósitos de enmienda continúan siendo papel mojado. Se impone una reflexión sobre el tema si no queremos que una parte de la juventud actual se vea abocada a un callejón sin salida.



3 comentarios:

  1. Myr, !Gracias por seguir al pie del cañón en la lucha por la salud de las mujeres!
    Desgraciadamente, en estos temas no progresamos, muy al contrario, las nuevas generaciones de mujeres, llamadas a ocupar un papel cada vez más importante en nuestra sociedad, no se han librado de la esclavitud que nos ata a la exigencia de ser perfectas en todo.
    No cejes en el empeño, yo te hago de caja de resonancia allá adonde pueda llegar mi voz.
    Besicos forales,
    Rose

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  2. Por favor, yo no entiendo que se le puede ver de bonito o sexy a esas tias que parecen esqueletos...
    1)no tienen suficiente autoestima ni inteligencia para cuidar de ellas mismas
    2)si todo lo que quieren es lucir sexy por favor no agan eso que de sexy no tiene nada
    3)en serio piensan que ser modelo mas importante que cuidar su salud? Vamos que en primer lugar por ser modelo no pagan tanto osea es bastante bueno como en cualquier otro trabajo en el que no te estafen.
    Tengo una amiga que es modelo y ademas de que no le pagan tanto no le alcanza con ese unico trabajo...
    #DondeHayChichaHayFelicidad

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    1. Muchas gracias por participar con sus comentarios. Coincido plenamente con su opinión. Ojalá entre todos consigamos modificar estos planteamientos estéticos tan nocivos desde el punto de vista de la salud y el bienestar.

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