viernes, 20 de mayo de 2016

LA NECESIDAD DE FOMENTAR OTRO MODELO DE MUJER



Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 20 de mayo de 2016

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 25 de mayo de 2016





La última campaña publicitaria de una famosa marca española de embutidos se está extendiendo como la pólvora por las redes sociales. Y es que el mensaje que transmite mueve sin duda a la reflexión: “alimentando otro modelo de mujer”. Ojalá que sus promotores consigan, además de aumentar sus ventas, fomentar de una vez por todas una apariencia femenina más realista y saludable.  

A estas alturas del almanaque, dietistas y nutricionistas suelen aprovechar para revelar sus informes anuales, en los que avalan que, ante la inminente llegada de la época estival, millones de personas se ponen a dieta, la inmensa mayoría de ellas sin recurrir a la supervisión de un experto en la materia. Parece ser que en torno a un 40% de la población femenina se sube al carro de esta práctica, que puede conllevar problemas de salud y derivar en trastornos alimentarios. A las primeras de cambio -todo hay que decirlo- acaban abandonándola, ya sea por aburrimiento, ya sea por incapacidad de vencer las numerosas tentaciones gastronómicas. 

Asimismo, la clase médica lleva años alertando, principalmente a las adolescentes, del riesgo de sufrir desórdenes alimenticios cuyo origen se halla en la obsesión patológica por adelgazar a cualquier precio, llegando al 25% el porcentaje de jóvenes dispuestas a perder esos kilos que creen tener de sobra. Alcanzar ese ideal de belleza con el que a diario nos bombardean la publicidad y los medios de comunicación es, salvo casos excepcionales, misión imposible. Pretender emular a las estrellas de la pantalla, además de una fantasía irrealizable, acarrea un cúmulo de inevitables decepciones para quienes centran su existencia primordialmente en el aspecto físico. 

El panorama actual es de locura, ya que la presión del patrón cultural vigente incita a las masas a aplicar esta engañosa filosofía de las apariencias, que se cobra cada año mil vidas de adultas y diez mil de jóvenes. La moda hace estragos y el coqueteo con la anorexia de numerosas profesionales de la pasarela, unido al diluvio de anuncios de cremas reductoras, alimentos bajos en calorías y aparatos de gimnasia de todo pelaje, encuentran terreno abonado en la ya de por sí titubeante estructura psicológica de unas todavía niñas que se lanzan en pos de unos cuerpos utópicos. De ahí a los ayunos cíclicos y a la contabilización detallada de miligramos no hay más que un paso. Por ello, se recomienda a los adultos extremar la precaución en cuanto a sus hábitos de vida saludable en el ámbito doméstico, dado que los más pequeños tienden a reproducirlos.

Para complicar más si cabe esta situación, determinadas marcas comerciales falsean las medidas de las tallas, confeccionando prendas más estrechas que las correspondientes a su número y generando aún mayores complejos en sus potenciales clientes a cuenta de la anchura de sus caderas o de la largura de sus piernas. Adelantándose a posibles soponcios en los probadores, resulta desolador conocer los planes dietéticos que diseñan algunos individuos en plena despedida de la primavera, persiguiendo ese recurrente propósito anual que les hace perder, no sólo peso, sino también alegría y estabilidad emocional. Incluso las relaciones sociales de estos esclavos de la báscula se ven perjudicadas cada vez que rehúyen cualquier celebración que saltarse su férrea abstinencia, culpabilizando encima a los anfitriones de turno por cursarles la correspondiente invitación. 

Definitivamente, vivimos en un mundo lleno de contradicciones y ya va siendo hora de reflexionar sobre algunas conductas sociales que, objetivamente, no tienen ni pies ni cabeza. Con un mínimo de dos dedos de frente es inasumible aceptar el hecho de que, mientras cientos de millones de seres humanos que habitan en países subdesarrollados padecen una hambruna feroz, sus homólogos de las naciones más pudientes les emulen voluntariamente con la triste excusa de lucir una carcasa más atractiva, aunque en el reverso lleve impresa la fecha de caducidad.




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