jueves, 1 de septiembre de 2011

BUENOS PROPÓSITOS





Septiembre vuelve cada año con vocación de promesa. Todo cambio de temporada tiene algo de parto y, por lo tanto, de emoción y de incertidumbre. Un futuro impreciso se abre ante nuestros ojos adoptando la forma de un lienzo que aguarda esas pinceladas que lo convertirán en nuestra última creación. A mayor número de velas en la tarta de la vida, más obras pictóricas firmadas de nuestro puño y letra. Probablemente, ningún crítico de arte las calificaría de magistrales pero, al menos, nadie podrá discutirles ni nuestra autoría ni la buena fe de la que están inspiradas.
Parece que fue ayer cuando nuestros hijos comenzaban las vacaciones de verano y, sin darnos cuenta, se enfrentan otro año más al retorno a las aulas. De hecho, parece que fue ayer cuando nosotros mismos volvíamos al colegio tras tres inolvidables meses de verano que nos mantenían alejados de profesores y compañeros, tardes interminables jugando en la calle, montando en bicicleta y merendando pan con chocolate en aquella España setentera que en ocasiones añoro.
Para mí, empezar desde cero es siempre un ejercicio muy motivador. Por eso me gusta el mes que hoy se inicia, porque me insinúa que lo mejor está por venir, porque me recuerda que hay decisiones que tan sólo dependen de mí. Se trata de un perfecto punto de partida desde el que todo es posible.
Precisamente ahora se cumplen doce meses desde que comencé a escribir con asiduidad. Frente a la hoja en blanco me afano en elegir cuidadosamente el sustantivo, el adjetivo y el verbo, para convertirlos en el cauce de los pensamientos que quiero compartir.
Septiembre ya enarbola mi primer buen propósito para la nueva temporada. En mi mente guardo una lista. Cruzo los dedos para poder cumplirlos.


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