viernes, 15 de diciembre de 2017

LA PROGRESÍA NO DA EJEMPLO DE PROGRESISMO



Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 15 de diciembre de 2017

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 16 de diciembre de 2017




Por más décadas que transcurran, lo cierto es que, de entre todas las especies que integran la fauna urbana, los progres ocupan un lugar de privilegio en atención a su estado de permanente actualidad. Para evitar susceptibilidades no deseadas, aclaro que no me estoy refiriendo a quienes defienden posturas progresistas dignas del mayor respeto, tanto desde el punto de vista político como social o económico, sino a aquellos que predican unas teorías que después no llevan a la práctica. De entrada, para ser un buen progre es consustancial, no sólo votar a la izquierda sino, además, atacar a la derecha. No basta con lo primero. Lo segundo también es obligatorio y dicho rechazo conviene expresarlo de forma vehemente. La vehemencia es imprescindible, porque la utilizan como vehículo para compensar la incoherencia de la que hacen gala con impunidad.

Buena muestra de ello suele ser su afirmación de que no todas las dictaduras son iguales y su ulterior  capacidad para argumentar semejante insensatez. Consideran, por ejemplo, que países como Venezuela o Cuba gozan de sistemas de gobierno excelentes y que son el paradigma de la igualdad. No menos admirable resulta su esforzada defensa de la escuela pública, pese a que ellos a menudo llevan a sus hijos a colegios privados o concertados, preferiblemente bilingües o trilingües. En este caso, el argumento que suelen esgrimir es que el centro educativo en el que estudian sus hijos queda más próximo a su domicilio y, desde luego, no les falta razón. Los miembros de la progresía prefieren vivir en barrios residenciales rodeados de gran confort y poco frecuentados por una clase de vecindario que, paradójicamente, suele votar lo mismo que ellos cuando acude a las urnas.

También se congratulan de que los más desfavorecidos puedan disfrutar del sistema sanitario patrio, hasta hace bien poco la envidia del resto de países desarrollados. Pero, lamentablemente, tampoco acostumbran a coincidir con ellos en las salas de espera de los ambulatorios, ya que un buen número de progres pertenecientes a todas las profesiones acude a la sanidad privada, sobre todo en el caso de las mujeres dispuestas a perpetuar la especie. Donde esté volver del paritorio a una habitación individual, que se quite la compartida. La posibilidad de alternar con alguna adolescente que, a ritmo de reggaeton, abarrota  la estancia con varias generaciones de su familia, no es una opción.

Asimismo, y salvo contadas excepciones, es más que habitual que hagan gala de su propensión al ateísmo o al agnosticismo (muy respetables ambas, por otra parte), de tal manera que el blanco de sus críticas es invariablemente el mismo: la Iglesia Católica. Por el contrario, y en un alarde de multiculturalidad, son sumamente respetuosos con cualquier manifestación proveniente del resto de confesiones religiosas, a las que defienden con ardor. Todavía estoy esperando escuchar de sus bocas alguna chanza antiislamista. Debe ser que temen que los aludidos no sepan comprender su fino sentido del humor y respondan al ejercicio de la libertad de expresión de un modo excesivo, violento y de consecuencias no deseadas, dada su nula disposición a poner la otra mejilla.


Como apunte final, y en aras a facilitar su identificación, un breve apunte sobre la estética progre. Basta con abrazar el tan manido concepto de “diseño”  en cualquier aspecto de la vida diaria, desde el vestuario hasta el menaje, pasando por el ocio y el negocio. Multimillonarios progres por todos conocidos invierten sus saneados capitales en viviendas de diseño, vehículos de diseño, atuendos de diseño, actividades de diseño y gastronomías de diseño. La clave estriba en que sus respectivas etiquetas exhiban unos precios lo suficientemente disuasorios como para que el resto de las especies no podamos acceder a ellos. Resumiendo, que es obvio que todos los integrantes de la fauna urbana somos iguales, pero algunos son más iguales que otros. Hasta ahí podíamos llegar…

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