viernes, 1 de junio de 2018

LA DOLOROSA EXPERIENCIA DE DEMANDAR A UN HIJO


Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 1 de junio de 2018

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 2 de junio de 2018

Artículo publicado en el Diario de Levante el 15 de junio de 2018



La pasada semana, un juez del Estado de Nueva York ha dado la razón a unos padres que habían demandado a su hijo de treinta años, tras cinco advertencias de desalojo a las que hizo caso omiso. Michael, que así se llama este caradura de manual, había decidido optar por un estilo de vida alternativo, consistente en no dar palo al agua y vivir a costa de los infelices que le trajeron al mundo. No obstante, su historia no es especialmente original. Los jetas, por desgracia, abundan por doquier. 

De hecho, hace pocos años fue un compatriota el protagonista de un sainete similar. Un buen día, este aguerrido joven, tan sobrado de ínfulas como escaso de perspectivas, también decidió demandar a sus padres porque, aunque le mantenían a plena satisfacción e incluso le pagaban religiosamente la letra del coche, se negaban a darle más dinero para sus gastos, incapaces de seguir soportando los niveles de tensión y conflictividad a los que la carne de su carne les tenía sometidos. Fue el ambiente de hostilidad y el grado de “convivencia cero” del que hacía gala su hijo los que propiciaron la negativa familiar a entregarle los diezmos que exigía y, por ende, la gota que colmó el vaso del patán. 

Sin duda, la afrenta resultó excesiva para aquel arcángel que ya había cumplido el cuarto de siglo tocándose los pies a cuatro manos. De hecho, el vividor estaba por entonces matriculado en la Facultad de Derecho de Sevilla, aunque solo había conseguido aprobar tres asignaturas de la carrera. Desde luego, es obvio que no gozaba de un expediente académico muy competitivo pero, a falta de inquietudes intelectuales, tampoco volcaba sus afanes en el ámbito doméstico. Por el contrario, se esmeraba en encajar a la perfección en el perfil de ni-ni. El caso es que cuando el vago en cuestión decidió llevar a sus progenitores ante los tribunales con el fin de, además de seguir bajo su mismo techo, sablearles cuatrocientos euros al mes para costearse los caprichos, no podía sospechar que sus Señorías le tenían reservados otros planes. 

Durante la celebración de la vista, y gracias a la declaración de uno de sus hermanos, quedaron acreditados los insultos y los malos tratos en el seno de la unidad familiar. El padre -empleado de una empresa de recogida de basuras- y la madre -camarera de hotel- manifestaron su desesperación ante semejante situación y expresaron el deseo de que el muchacho abandonase su domicilio, si bien se mostraron dispuestos a abonarle una pensión temporal de doscientos euros mensuales durante dos años para no provocarle una situación de repentina inasistencia (estoy convencida de que más de uno habrá alcanzado la santidad con menos méritos que tan abnegada pareja, sobre todo porque la aportación sugerida fue, a la postre, concedida por el juez). 

Aquella sentencia del Juzgado de Familia número 5 de Málaga desestimó las pretensiones del demandante y le recriminó su mala conducta, origen de una convivencia insostenible que ningún progenitor está obligado ni legal ni moralmente a soportar. El magistrado declaró igualmente el cese de la obligación paterna de alimentos y comunicó al holgazán que disponía de un plazo de treinta días para recoger todos sus efectos personales, largarse de casa y empezar a buscarse la vida. 

El hecho cierto es que nuestro ordenamiento jurídico no contempla la figura del divorcio de los padres respecto de sus hijos. Se es padre y madre para toda la vida. Pero lo que sí puede darse es un símil de separación cuando ese hijo no acepta unas normas básicas y, amparándose en el Código Civil, abusa de su condición filial. Así que recomiendo a todos aquellos individuos tentados de vivir del cuento que empleen parte de su envidiable tiempo libre en la lectura de esta resolución judicial. Les garantizo que, como aviso para navegantes, no tiene desperdicio.

2 comentarios:

  1. Un relato impecable,mi solidaridad con estos padres y los miles de ellos que están soportando estas penosas situaciones.Esto se veía venir,estamos inmersos en una crisis sistémica,social,cultural,y me atrevería a decir,crisis de civilización,las consecuencias de esta ruina moral nos traerán perlas como esta y muchas más que vendrán,suerte a todos,la vamos a necesitar.

    Un saludo.

    Bernardo Fernández.

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  2. Muchísimas gracias por su comentario, Bernardo. Por supuesto, comparto plenamente su apreciación. En efecto, vivimos tiempos de crisis y el ejemplo que refleja mi artículo lo atestigua. Ojalá recuperemos algunos valores en peligro.

    Un saludo muy cordial.

    MYRIAM

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