martes, 4 de octubre de 2011

TENER UN NOVIO JOVEN CONDENA A LA MUJER MADURA

Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 4 de octubre de 2011



La afirmación de que el amor no tiene edad me parece absolutamente defendible y valoro ese conmovedor punto de romanticismo que lleva implícita pero la cruda realidad indica que semejante testimonio se tambalea en el preciso instante en el que, o bien nos afecta personalmente, o bien se cierne amenazante sobre alguno de nuestros allegados más próximos, sean familiares, amigos o conocidos. En honor a la verdad, la acusada diferencia temporal entre los miembros de una pareja despierta una curiosidad malsana y constituye una fuente inagotable de murmuraciones para el común de los mortales, que duda seriamente de la autenticidad de un enamoramiento envenenado desde el origen por la sombra de la sospecha.

Debido a la histórica dependencia económica de la mujer ante el varón, la tradición ha considerado como normal, razonable y socialmente correcto que éste supere en número de primaveras a su compañera sentimental. Así, el hecho de que el canoso de turno elija por esposa a una despampanante Barbie treinta años menor nunca se ha censurado con el mismo ardor que si es una doña entrada en años la que, con idéntica finalidad, escoge a un efebo de aspecto apolíneo para aplacar su soledad. Mientras que el talludo se convertirá inmediatamente en la envidia de los de su sexo, la madurita, por razones alejadas de toda lógica, será el blanco perfecto de las chanzas no sólo masculinas sino –lo que es peor y más incomprensible- también femeninas.

De todos es sabido que criticar al prójimo es una especialidad que en España se practica con inusitada afición y que, de los siete pecados capitales, la envidia patria, comparada con los otros seis, no tiene rival. Dicho lo cual, la duda razonable de que, ni  todas las jovencitas que se enganchan a un cincuentón lo hacen por puro amor ni todos los veinteañeros que pasean del brazo de una jubilada adoran su forma de ser, gana peso específico cuando se constata que la trilogía que forman dinero, fama y poder sobrevuela los cielos de tan improbables tortolitos. Sea como fuere, la verdad es que, mal que les pese a algunos románticos incurables, la relación sentimental entre una mujer madura y un hombre joven sigue planteando infinidad de críticas aceradas y sirve de inspiración al más zafio humor de barra de bar.

Sin obviar el escenario anterior, es innegable que la incorporación al ámbito profesional de ese cincuenta por ciento de la población que, hasta hace bien poco, se veía abocado irremisiblemente a casarse y tener hijos para no sentirse un verso suelto, ha removido determinadas estructuras tradicionales, particularmente aquéllas basadas en el afecto. Por fortuna, en pleno siglo XXI vivir en compañía es, para la mayoría de las féminas, una opción y si, además, disfrutan de una mínima independencia económica, la edad del candidato de su elección no pasa de ser un mero dato, y ni siquiera de los más decisivos. Lo verdaderamente relevante es comprobar si tan sobrevalorada cifra se corresponde, amén de con su aspecto exterior, con su espíritu y sus ganas de vivir, parámetros, en mi modesta opinión, infinitamente más importantes. Cuando dos individuos de diferentes generaciones se enamoran, lo presumible es que cada uno aporte un toque único a la relación y que sus diferentes experiencias se unan para enriquecer ese proyecto en común.

Por consiguiente, el miedo al qué dirán jamás debe ser un motivo para que la cronología actúe como barrera a la hora de elegir pareja, por la sencilla razón de que el amor no es una ciencia exacta. Se puede ser profundo y maduro con veinticinco años y estar lleno de energía y de ilusiones con setenta. El reloj biológico nunca debe erigirse como un freno para encontrar al compañero ideal, aunque sólo sea para dar la razón a ese antiguo proverbio griego que defiende que “el corazón de los amantes es siempre joven”.

3 comentarios:

  1. Nómada Dig Y Tal dijo...

    (ESTE COMENTARIO FUE PEGADO, POR ERROR, EN ENTRADA ANTERIOR)
    De acuerdo con la mayor, pero hasta antier, como quien dice. De hoy en adelante debemos aplicar el apropiado coeficiente de corrección a su tesis. Cada vez más afluyen señoras a su puesto de observación (rendija de la ventana y/o mesa del bar; la barra aún es coto exclusivo del varón que hace chistes de señoras), donde se miran con sonrisas o muecas al ver pasar a un cuarentón o cincuentón con flamante pareja veinte o treintañera. Los cargos que le imputan: tolete iluso, tontorrón `presumío´, adolescente eterno, viejo (o puretillo) verde, donjuán tardío. Y etc. No ha lugar a la presunción de inocencia (amor, y eso); se presupone la culpabilidad (sólo . . eso; o ni eso . .); y cualquier cosa que haga o diga podrá ser utilizado en contra suya. Así que menos lobos y más lobas, con tendencia a empate en el marcador. Los oprimidos caen fácilmente en una fatal tentación secular: imitar sus opresores, o ex opresores. No escarmentamos en revoluciones ajenas. P.D.: El amor entre la Dama de Alba y el elegante y más joven caballero es libre. Incluso es libre pensar o no, por parte de la plebe expectante, que es un cuento (de hadas, quería decir); la fe es libre. Y si no fuera por ese millón de títulos, y la atención periodísticamente correcta que se presta a toda sangre más o menos azulada, ¿opinaríamos lo mismo al verla del brazo del caballero, o se formarían atascos detrás de las mencionadas cortinillas de la ventana nacional? Gracias decir lo que pienso y pocas dicen. Salu2.
    4 de octubre de 2011 20:32

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  2. Estimado nómada: Me alegra contar de nuevo con usted entre mis comentaristas. le agradezco el detalle. Que sepa que coincidimos en lo de la tendencia al empate en el marcador. Es un ejemplo muy gráfico. Por desgracia, detecto en los últimos tiempos un erróneo afán femenino de igualar al varón precisamente en sus aspectos menos interesantes. Supongo que será otro peaje más que nos cobra el supuesto desarrollo social y que algunas de mis congéneres están dispuestas a pagar a pies juntillas. Mientras tanto, habrá que seguir manifestando opiniones. De momento, el silencio no es mi opción.
    Un saludo cordial.

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  3. Gracias por la señal de humo o acuse de recibo. Como sabes (ttuteo?), mi inocente comentario es el que salió en tiempo real en el Foro. Y me costó, me costó... Lo envié varias veces, por no ponérselo fácil a mi estimado y sin embargo anónimo moderador de Prensa Ibérica, que si no censura equis comentarios, de vez en cuando, no es nadie. Como los guardias: para mostrar autoridad, alguna multa tienen que poner.

    Es increíble que haya que batallar (y hasta violentarse uno mismo a veces, enviando alguna "dedicatoria" al periódico) para entrar por la puerta que te abre el anfitrión para luego darte con ella en las narices cuando menos te lo esperas, sin criterio ni regla de juego. Buenas noches.

    Bueno, esto fue una gentileza informativa de cómo se funciona a la sordina en los Foros de EPI local (La Opinión o La Provincia); cosa desconocida por mucha gente.

    Buenas noches

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