domingo, 22 de abril de 2012

EL TREN DE LA VIDA



Agradezco al destino que, precisamente esta semana, haya colocado en mi camino el siguiente texto. Por la verdad que encierra y por la profundidad de su contenido quiero compartirlo con todos mis afectos y, también, con aquellas personas que, por una u otra razón, han puesto los ojos en mi blog.

Dice así:

La vida se asemeja a un viaje en tren, con sus estaciones y cambios de vía, algunos accidentes, sorpresas agradables en algunos casos y profundas tristezas en otros.

Al nacer nos subimos en él, nos encontramos con nuestros padres y creemos que siempre viajarán a nuestro lado. Pero en alguna estación ellos se bajarán, dejándonos seguir el viaje y, de pronto, nos encontraremos sin su compañía y su amor irreemplazable.

No obstante, muchas otras personas que nos serán muy especiales y significativas se irán subiendo al tren de nuestra vida, como nuestros hermanos, amigos y, en algún momento, el amor de nuestra vida.

Algunos tomarán el tren para realizar un simple paseo. Otros, durante su viaje, pasarán por momentos de oscuridad y tristeza. Y siempre encontraremos a quienes estén dispuestos a ayudar a los más necesitados.

Muchos, al bajar, dejarán un vacío permanente. Otros pasarán tan desapercibidos que ni siquiera nos daremos cuenta de que desocuparon sus asientos.

Es curioso comprobar cómo algunos pasajeros, incluso nuestros seres queridos, se acomodan en coches distintos al nuestro y, durante todo el trayecto, están separados sin que exista ninguna comunicación. Pero, en realidad, nada nos impide que nos acerquemos a ellos si existe buena voluntad de nuestra parte.  De lo contrario, puede que sea tarde y encontremos a otra persona en su lugar.

Mientras tanto, el viaje continúa lleno de desafíos, sueños, fantasías, alegrías, tristezas, esperas y despedidas.  

Tratemos de tener una buena relación con todos los pasajeros, buscando en cada uno de ellos lo mejor que tenga para ofrecer. En algún momento del trayecto podrán titubear y, probablemente, necesitaremos entenderlos. Pero recordemos que nosotros también, muchas veces, titubeamos y necesitamos a alguien que nos comprenda.

El gran misterio para todos es que no sabremos jamás en qué estación nos tocará bajar ni tampoco dónde bajarán nuestros compañeros de viaje, ni siquiera el que está sentado a nuestro lado.

A veces pienso en el momento en el que me tocará bajar de ese tren. ¿Sentiré nostalgia, temor, alegría, angustia?  Separarme de los amigos que hice en el viaje será doloroso y dejar que mis hijos sigan solos será muy triste. Pero me aferro a la esperanza de que, al final, viviré la gran emoción de verlos llegar a la estación principal con un equipaje que no tenían cuando iniciaron su viaje. Y lo que me hará feliz será pensar que colaboré para que ellos crecieran y permanecieran en el tren hasta la última estación.

Hagamos que nuestro viaje haya tenido significado, que haya valido la pena. Vivamos de manera que, cuando llegue el momento de desembarcar, nuestro asiento vacío deje buenos recuerdos a quienes continúan montados en el tren de la vida.





3 comentarios:

  1. Estamos condenados a viajar en el mismo tren, y mejor nos iría con buen rollito y sin codazos. Si al final todos nos tenemos que bajar. Pero no es fácil. Los recién subidos ignorarán –y muchos hasta despreciarán- todo el traqueteo acumulado en los que se subieron hace cuarenta u ochenta paradas antes. Y éstos a su vez, con su vista hecha ya a un paisaje sin muchas sorpresas, intentarán aleccionar a los recién incorporados de que más allá de aquellos cerros no hay más que espejismos, y que no se hagan ilusiones. Dos formas de ver lo mismo, sólo por haber subido en tiempos distintos. Ilusión que busca contra desesperanza que niega. C´est la vie.
    No elegimos dónde ni por qué nos subimos o nos bajamos. Y pasarán más de mil años sin respuesta. Cada uno tendremos “nuestra” estación final, pero no hay Estación final. De momento. La vida (el tren) sigue…, decimos cuando perdemos a alguien.
    ¿Qué hace un viajero como yo en un tren como éste, que camina sin tino? El tino se lo ponemos nosotros. O lo intentamos. Nos engañamos un poco, un buen poco, para no volvernos locos y saltar por la ventanilla con el tren en marcha. "Engañarnos" es la clave. La fantasía nos salva frente a la peluda biología.
    Para mí que el realismo puro y duro, que no cesa, es el enemigo de la vida. La puta realidad sin condimentos es la que nos devuelve al sinsentido de estar-en-el-mundo, que decían los existencialistas (y Dios me libre de síndromes existencialistas, en el peor sentido).
    Por eso el compartir con amigos de carne y hueso, o con Dª Soledad –deseada- a ratos ( “tomarse una copa” con la Imaginación), las pequeñas locuras, los libros y el arte (chiquitos o grandes), y tal y tal (bis), son el único antídoto. Sin descartar, para algunos, las creencias religiosas que, en el fondo en el fondo, en qué se diferencian de…dejemos eso. Para otros (par mí), la “eternidad” también existe, sólo que de otra forma: ¿Todas las huellas imborrables que nos dejaron los pasajeros que se bajaron, qué?
    Piiitido del tren…¡Ostras!, el revisor me acaba de despertar, y resulta que me subí sin ticket. Myriam, disculpa, no te saludé al principio porque estaría roncando en tu tren. Mucho gusto en saludarte de nuevo.
    Y ahora que me restregué los ojos, el apócrifo autor/a de tu texto me suena, humm, ese estilo me suena…
    Muy bonita metáfora. ¿Dejar escapar tal tren?¿Este o el otro será mi último tren? ¿Qué tendrá el tren?¿Y a qué chiquillo no le gustó un tren de juguete? Los adioses desde la ventanillas del tren que se aleja…¿o es la estación la que se huye?... son adioses en estado puro. Hasta “Casablanca” hubiera tenido un fin más redondo con un tren esperando en la niebla, a la puerta del café de Rick (creo que eres cinéfila)
    (Espero que ningún vecino de asiento o de vagón se te haya ido, ni…cosa parecida)
    Un abrazo

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  2. Buenos días Nómada:

    Me acabas de alegrar el martes con tus comentarios. Para mí, leerte es siempre un placer. Créeme. Tus reflexiones tienen un sello especial, la marca de la casa, y no sólo las que me regalas en mi blog sino las que escribes en el tuyo. Muy bueno el último artículo de tu Blólogo, por cierto.
    En efecto, soy una cinéfila patológica y, al mismo tiempo, una enamorada del tren. Por enlazar ambas pasiones, te nombraré dos títulos que me resultan particularmente imprescindibles: "Extraños en un tren" de Alfred Hitchcock y "Cotton Club" de Francis Ford Coppola. Tanto el cine negro como el musical se encuentran entre mis preferencias y, en estas dos películas,los vagones tienen protagonismo.
    Por ello, yo también soy de la opinión de que la Bergman hubiera hecho mejor en cambiar de medio de locomoción. Y, por supuesto, de acompañante.
    Un abrazo.
    MYRIAM

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  3. Gracias por la acogida, y trasládale mi felicitación a la autora del texto... que encontraste. Aunque con tanto AVE cada vez va ser más difícil "volar". Paradojas. ¿Te imaginas a un político o ejecutivo de Repsol viajando en primera en ese tren-bala (crisis para qué) mientras en su Ipad-2000 y pico suena el Sabina: "Cuando era más joven viajaba en sucios trenes que iban hacia el norte..."?

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