viernes, 11 de diciembre de 2015

QUIEN BIEN TE QUIERE, NO TE HARÁ LLORAR



Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 11 de diciembre de 2015

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 20 de diciembre de 2015





Coincidiendo con la celebración cada 25 de noviembre del Día Internacional contra la Violencia de Género, todos los años suelen ver la luz informes provenientes de las más diversas instituciones que constatan una circunstancia muchísimo más habitual de lo que nadie pudiera imaginar. Por increíble y anacrónica que parezca, la triste realidad es que el modelo adoptado por un considerable número de hombres y mujeres a la hora de establecer sus vínculos afectivos apenas ha evolucionado desde la caverna. Los demostrables avances femeninos en materias de toda índole se dan de bruces con unas estadísticas que ponen de manifiesto la reproducción de unos roles tradicionales que asocian a las hembras con la complacencia y a los varones con la protección. 

De los últimos estudios sobre este alarmante fenómeno se desprende que continúan calcándose los estereotipos que otorgan a los chicos determinados rasgos como la valentía y la agresividad y a las chicas otros como la ternura y la comprensión. Así, ocho de cada diez encuestados opina que ellas están llamadas a complacer a sus novios mientras que éstos han de asumir la misión de protegerlas. Para salvaguardar mi salud mental, prefiero no saber de qué hablan cuando hablan de complacer y de proteger aunque, visto lo visto, sospecho que nuestras coincidencias al respecto serán nulas. Asimismo, sorprende muy negativamente la vinculación lógica (incluso positiva) que establecen entre amor y celos, o la aceptación tácita de prácticas tan rechazables como la revisión de los mensajes de móvil y la prohibición de utilizar determinadas prendas de vestir (convenientemente aderezadas con la excusa del enamoramiento). Y preocupa esta visión tan sesgada porque, mediante una simple asociación de ideas, algunas mujeres encontrarían naturales y aceptables las manifestaciones violentas de su pareja y tenderían a justificarlas y hasta a comprenderlas. 

Es espeluznante comprobar cómo las adolescentes de las sociedades occidentales viven bajo una falsa apariencia de igualdad, que reside en hechos tan puntuales como la posibilidad de fumar y beber alcohol en la misma medida que sus compañeros, o de mantener relaciones sexuales tempranas sin las limitaciones de antaño, o de frecuentar idénticos ambientes hasta altas horas de la madrugada. Así de triste. Sin embargo, es con el desempeño de la actividad profesional llamando a sus puertas cuando comprueban por desgracia la brecha todavía tan notable que las separa de la mitad masculina de la población. De hecho, centrándonos en el ámbito de la conciliación familiar y laboral, y pese a que el noventa por ciento contesta sobre el papel que las tareas del hogar deben repartirse entre todos sus miembros, el mismo porcentaje reconoce que es una fémina (abuela, madre o hermana) quien se encarga de estas cuestiones, mientras que el resto de la familia, en el mejor de los casos, tan sólo ayuda. 

A la hora de encontrar explicaciones a estos comportamientos tan recurrentes, y sin olvidar el peso específico de la labor educativa ejercida por padres y profesores, se torna imprescindible actuar individual y socialmente contra dos enemigos muy poderosos: la televisión e Internet. La influencia perversa que, tanto las series televisivas como los videos musicales, ejercen sobre los chavales neutraliza cualquier esfuerzo dialéctico que se realice para combatir esta actual deriva juvenil. Tanto los guiones de las primeras como las letras y las imágenes de los segundos fomentan el mantenimiento de arquetipos machistas y reflejan patrones mentales que cualquier individuo con dos dedos de frente rechazaría de plano, transmitiendo unos modelos extremadamente alejados de lo que debería ser una relación sentimental basada en el respeto y en la igualdad. 

Mientras se sigan emitiendo programas como "Mujeres y hombres y viceversa" y las megaestrellas de la música se sirvan de videoclips plagados de permanentes connotaciones sexuales para permanecer en el candelero, ésta será una batalla perdida. Es por ello que los próximos responsables políticos que resulten elegidos en las urnas el 20 de diciembre deben abordar este sobrecogedor problema social de forma absolutamente prioritaria.

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