viernes, 27 de enero de 2017

DEBATIRSE ENTRE PASAR POR EL ARO O COMULGAR CON RUEDAS DE MOLINO



Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 27 de enero de 2017





Pasan los años, los lustros y las décadas, pero las condiciones laborales de las mujeres siguen constituyendo un sonoro canto a la desigualdad. Y no me refiero sólo a la patente diferencia de salarios, pese a realizar el mismo cometido que un hombre y ostentando idéntica categoría profesional. Ni tampoco, por diversas circunstancias, a la flagrante brecha económica a la hora de percibir la pensión de jubilación. 

A ambas discriminaciones les precede la del trato que se nos suele dispensar en las entrevistas de trabajo. Como regla general, se nos coloca en la tesitura de responder a determinadas cuestiones que conciernen exclusivamente a la esfera privada y sobre las que un varón raramente se ve interpelado. Menos mal que algo está cambiando en este terreno. De hecho, ya se considera ilegal indagar sobre aspectos íntimos de una persona y, en breve, tampoco se podrá solicitar su fotografía en una oferta de empleo. 

No hace tanto tiempo la escena solía desarrollarse más o menos así. Los entrevistadores habían efectuado una criba inicial en virtud de la foto que se adjuntaba obligatoriamente al curriculum y, acto seguido, iniciaban con calma su encomienda centrándose en asuntos tales como la formación académica, el conocimiento de idiomas, la experiencia previa, el grado de motivación o las pretensiones económicas de la candidata. Pero de repente, sin venir a cuento, procedían a recabar aquellos datos “adicionales” que, a la postre, marcarían la diferencia entre unas y otras. 

Desde el presuntamente inofensivo ¿tienes novio? al más contundente ¿estás casada?, pasando por el no menos inquietante ¿tienes planes de boda a corto plazo?, se abría un abanico de posibilidades que, en función de las respuestas, situaba directamente a las más infelices en la casilla de salida. Superada con mayor o menor fortuna la contrariedad de tener pareja, se hacía preciso abordar el espinoso asunto de la progenie que, con toda probabilidad, arruinaría la rentabilidad empresarial de las futuras parturientas. ¿Está dentro de sus planes más inmediatos tener hijos? “Hombre, pues ahora mismo no sabría decirle. Sólo si tengo posibilidades de darles de comer con cierta asiduidad (por aquel entonces ya se encadenaban los contratos temporales como si fueran los pasos de un viacrucis). Lo que no me gustaría es dar a luz con cuarenta y cinco años y condenarles a tener una abuela en vez de una madre”, estaban tentadas de confesar las aspirantes al puesto antes de, obviamente, cerrar el pico y someterse a los caprichos del destino. 

Aquella especie de interrogatorio policial parecía no tener fin, siendo la disponibilidad para viajar y la movilidad geográfica los siguientes puntos objeto de la curiosidad de los reclutadores. ¿Cuenta usted con vehículo propio? “Por supuesto, señor. Y aprobé el examen de conducir a la primera”. ¿Y supondría para usted algún problema que le enviáramos a nuestra delegación de Pernambuco en caso de necesidad? “En absoluto. Por el contrario, mi intrépido espíritu aventurero me define, casi tanto como mi imperiosa necesidad de pagar las facturas a primeros de mes” (nueva reflexión que quedaba aprisionada entre los dientes y la punta de la lengua de las solicitantes, sin ningún riesgo de que llegara a oídos de su implacable interlocutor). 

Pues bien, a día de hoy todavía continúa asumiéndose la idea de que la responsabilidad de la crianza y el cuidado de los niños recae principalmente sobre sus progenitoras, por más que se vaya avanzando en el equilibrio de roles. Ello explicaría, entre otros motivos, la bajísima tasa de natalidad que aqueja a nuestro país. Aun así, reconforta saber que ese requerimiento de mostrar cuerpos y almas en los procesos de selección, además de vergonzoso, es ilegal. Como lo es también tantear acerca de las inclinaciones sexuales, las preferencias políticas, los tratamientos médicos, las creencias religiosas o los orígenes raciales de cualquier entrevistado. Tomen, pues, buena nota.



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