sábado, 21 de enero de 2012

LECTURA RECOMENDADA: "LA EDUCACIÓN DEL TALENTO" de José Antonio Marina






Otorgo al tema educativo la máxima importancia dentro de mi escala de valores. Por ello, procuro leer libros, ensayos y artículos sobre la materia siempre que tengo oportunidad. De entre los autores que se especializan en esta cuestión, el profesor José Antonio Marina es, sin duda, uno de mis preferidos. He terminado de leer su interesante obra LA EDUCACIÓN DEL TALENTO y no me resisto a compartir algunas de sus reflexiones.

Como punto de partida, coincido con él en la siguiente idea, extraída de un antiquísimo proverbio africano: “Para educar a un niño, hace falta la tribu entera”. Esta frase tan sencilla encierra una gran verdad y es que la sociedad en la que vivimos, integrada por individuos y colectivos de toda índole, debe involucrarse en la consecución del más importante de sus objetivos: la formación de personas con criterio, sensibles, sanas y felices. En definitiva, satisfechas de su vida y de sus logros. Sin embargo, entre todos sus miembros hemos fabricado una telaraña de excusas que se resumen en una sola: echarle las culpas al otro. Los padres al colegio, el colegio a los padres, los espectadores a la televisión, la televisión a los espectadores, los jóvenes a los viejos y los viejos a los jóvenes. Y, así, hasta el infinito. La pregunta del millón es ¿qué puedo hacer yo para solucionarlo?

Indudablemente, la queja permanente no es una opción si, además, tenemos en cuenta que, cuando hablamos de educación, no estamos hablando exclusivamente de instrucción sino de mucho más. Estamos hablando de aquello que nos define como especie, por otra parte la única que educa a sus crías. Por ello, lo realmente trascendental es saber qué modelos queremos transmitir y fomentar. Nuestros hijos van a habitar un mundo imprevisible, contradictorio y veloz, radicalmente diferente al que nos tocó vivir en nuestra infancia y adolescencia. Por lo tanto, la responsabilidad que recae principalmente sobre los progenitores es inmensa, en el sentido de que nuestro ejemplo y nuestra actitud son básicos para el desarrollo integral de los niños, para su preparación de cara al futuro. Sus habilidades, capacidades y competencias han de ser, no sólo intelectuales, sino también afectivas y conductuales. De hecho, ellos suelen ser más perspicaces que nosotros, que con frecuencia nos anclamos en el amor propio, los convencionalismos y las luchas de poder.

En este sentido, para un filósofo como José Antonio Marina, el talento es la inteligencia triunfante. Se trata de un hábito y, como todo hábito, difícil de adquirir. Lo mismo que se aprende el miedo, se aprende la valentía, el pesimismo, pero también el optimismo, la pasividad y la actividad, la sumisión y la libertad, la impasibilidad y la sensibilidad. Así, triunfa quien sabe detectar lo bueno que tiene y disfruta de ello, quien sabe soportar las dificultades que no puede evitar, quien se enfrenta con inteligencia a los problemas que tienen solución. Saber comunicar este mensaje significa colocar al individuo en la senda de la felicidad y dotar a su vida de contenido.

Porque, en palabras del propio autor, “¿qué es lo que queremos para nuestros hijos, para nuestros alumnos, para nuestros niños, para nuestros adolescentes? Que estén en forma cuando abandonen nuestra tutela educativa. En forma para la felicidad, en forma para la belleza, en forma para la bondad.”

5 comentarios:

  1. Nómada Dig Y Tal22 de enero de 2012, 1:19

    Hola Myriam, tiempo ha que no pasaba por aquí; pero bastante que me alegro de ver esa recomendación, de J.A.Marina. Da la casualidad que leí ese libro hace un tiempito y…dito sea Dios, qué te digo, que son de esos ‘libritos’ que no basta leerlos; hay que releerlos para metabolizarlos bien. Un crack, el Marina. Ciertas mañanas lo fichan en LA SER (con Francino), y da gusto oírlo, pero a una hora que está uno en otra cosa, salvo que pongas la a-radio del fotingo. Un montón de claves en pocas palabras.
    Yo, que estudié en los curas de La Salle (oh, cielos, disciplina, esfuerzo, abnegación,…algo bueno me inculcaron, manu militari…) me quedé con la cosa de que el cerebro se componía de de tres cachos n´amás: inteligencia, emociones y voluntad. Al poco rato de salir del Bachillerato descubrí a Freud; luego a los ¿antifreudianos?, conductistas y/o adiestradores de pastores alemanes (mi perro lo agradece) ; y ahora a los de la psicología cognitiva…Loco-la-cabeza-estoy. Demasiado para un alma en pena. Póngame la última: el Corazón partío, de Alejandro Sanz, sin fregar los vasos.
    Bromas aparte, me convence J.A. Marina cuando expone que el tinglado cerebral ha cambiado de andamiaje: inteligencia productiva, en planta baja; y ejecutiva, que coordina el tinglado lógico-emocional-“voluntarioso”: suba a la planta 1ª, al fondo (¿qué habré querido decir yo con esto?; trágame Tierra).
    Y si este combinado lo juntamos con La Inteligencia emocional, de un tal Goleman (otra innovación, más o menos moderna), tendremos que rehacer los rancios esquemas mentales de mis queridos curas lasalianos, grabados a fuego en papel de estraza.
    Habrá que perseguir este tema de la educación que has expuesto ahora. Es tan apasionante como interminable. Qué menos, para uno mono sapiens o mono sabihondo. Un saludito cordial, y felicidades por tu blog, abierto a todo tipo de ‘género’…de opiniones.
    Ah, y una cita del libro, que me gustó: “De nada vale que el entendimiento se adelante, si el corazón se queda (o atrasa, se supone)…” (de Gracián)

    ResponderEliminar
  2. Buenos días Nómada: En efecto, ya había advertido tu ausencia pero te puedo garantizar que eres más que bienvenido. Valoro y agradezco muy sinceramente tu forma de expresarte, con independencia de que no siempre compartamos las mismas opiniones al cien por cien. Eso es secundario. Lo principal es que eres una persona con inquietudes intelectuales que, a la vista está, no forma parte del colectivo de víctimas de la LOGSE. Me alegra que el profesor Marina se cuente entre nuestras preferencias comunes. Parece que no es la única. Al menos, el amor por las letras es otra más.
    Gracias por tu participación, un abrazo y feliz semana.

    ResponderEliminar
  3. Myriam, me encanta que me hayas descubierto este título porque está en la línea de mi "filosofía pedagógica". En "un lugar donde trabajé", se educaba a los niños como a una masa informe, no se les dejaba desarrollar sus capacidades creativas ni sus particularidades como personas individuales, se les enseñaba a ser autómatas, sin criterio ni expectativas propias. Eso me asutó. No comulgo con ese tipo de educación, así que te aseguro que me haré con ese libro.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  4. Muchas gracias Sonia. Me consta que eres una mujer muy comprometida en estas cuestiones y no hay más que conocer a Valeria para darse cuenta de ello. Si tienes interés en el libro, para mí será un placer prestártelo.

    Un beso muy fuerte y feliz tarde.

    MYRIAM

    ResponderEliminar
  5. Muy interesantes los comentarios que ha suscitado la educación. Mi pequeña aportación es relativa a que si bien todo es susceptible de aprenderse hay una carga genética importante y un entorno favorable o no a ella que es fundamental y, gracias a la relativa percepción de lo "humano" cabemos todos en el mismo mundo aunque nuestras fuentes hayan sido muy diferentes. El problema mayor de la educación es ponerse de acuerdo entre "diferentes" y no hacerlo una cuestión política, lo cual es casi imposible, yo diría utópico. La neutralidad también se enseña pero no abunda mucho. Un beso a todos

    ResponderEliminar