Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 20 de febrero de 2015
Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 4 de marzo de 2015
Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 4 de marzo de 2015
Que las personas nos parecemos en demasiadas
ocasiones como un huevo a una castaña es una realidad irrefutable. Tan
irrefutable como que, por fortuna, los seres humanos vamos variando nuestras
formas de pensar y de actuar conforme las hojas de nuestros almanaques vitales
van cayendo una sobre otra. Y conste en acta que no lo digo como una característica
negativa sino, muy al contrario, como una muestra de inteligencia y de
capacidad de evolución. Hasta feo estaría que tuviéramos la misma visión de las
cosas con dieciocho años que con medio siglo sobre las espaldas, como si las
experiencias hubieran pasado por nuestros cuerpos y nuestras almas sin haber
dejado huella.
Esta breve entradilla explicativa se debe a que me ha
llenado de perplejidad una noticia protagonizada por un colectivo de
denominadas “doulas” compuesto, al parecer, por mujeres cuya misión consiste en
asesorar a las embarazadas durante el proceso de gestación y asistirles en el
parto “como meras acompañantes desde el punto de vista espiritual”, más que
nada porque carecen de conocimientos avalados en Ginecología y Obstetricia. La
polémica mediática se ha generado a raíz de una denuncia interpuesta por el
Colegio Profesional de Enfermería, que las acusa de incurrir en intrusismo y de
recomendar prácticas tan extrañas como que la parturienta ingiera su propia placenta
a través de sabrosas recetas o mantenga el cordón umbilical del recién nacido
sin cortar.
Superado mi impacto inicial, una de las manifestaciones
que más me ha sorprendido es que ellas consideran una agresión y hasta una
violación el hecho de que las matronas realicen tactos genitales a las futuras
madres para constatar cómo va progresando la dilatación uterina. El caso es que
leer semejante proclama y hacer memoria ha sido todo uno, ya que en mi caso
particular (de ahí lo del huevo y la castaña), jamás me sentí agredida, ni
muchos menos violada, por los profesionales que atendieron mis partos cuando
introdujeron sus dedos y sus espéculos en mi vagina. Por el contrario, me
inundó una tranquilidad infinita -molestias aparte, claro está- al pensar que
estaba en manos expertas y que, en caso de necesidad, los avances de la
Medicina, desde el instrumental a la anestesia pasando por la higiene y la
titulación, se pondrían a mi disposición y a la de mis bebés.
Idéntica sensación de seguridad me invadió cuando
tuvimos que cumplir con el preceptivo calendario de vacunaciones. ¡Qué suerte
poder mantener a mi prole al margen del contagio de tantas enfermedades otrora
mortales y que aún hoy, por desgracia, conservan esa condición en los países
más subdesarrollados!, pensé yo, ejemplo viviente del convencionalismo más
rancio, al parecer. Porque cuál no sería mi sorpresa al comprobar que también
existían progenitores que traducían en clave de atentado aquella inoculación de
virus en pequeñas dosis destinada a evitar males mayores y que no estaban por
la labor de seguir las recomendaciones de los expertos de la Organización
Mundial de la Salud, a quienes no iban a consentir que ningunearan su autoridad
paterna, que para eso sus hijos eran suyos y sólo a ellos les competía si sanaban,
si enfermaban o si infectaban a sus compañeros de pupitre por obra y gracia de los caprichos del destino.
Desconozco el porcentaje de ciudadanos que ha optado
y que, a buen seguro, seguirá optando por estas prácticas alternativas, aunque
me consta que en no pocos casos han tenido que acudir a la carrera a los
hospitales tradicionales, sea para dar a luz con éxito, sea para tratar a
contrarreloj a sus vástagos de determinadas patologías que podrían haber sido
evitadas. Defiendo la libertad individual y respeto, aunque no las comparta,
elecciones de lo más variopintas. Pero, sin duda, considero que el interés de
los menores debe primar siempre sobre las preferencias de los adultos, padres
incluidos, y máxime en ámbitos que les afectan de un modo tan directo como el
de la salud.
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