Maureen McCrumlish llamó a
las puertas de nuestras vidas en el año 1978, cuando España se hallaba en plena
Transición a la democracia y un par de Migueles (Jackson y Bosé) lidiaban por incorporarse
a la banda sonora de nuestra adolescencia. Por aquel entonces, la mayor parte
del día transcurría para nosotras entre los muros del impresionante colegio de
las Madres Ursulinas de Pamplona. Y fue en una de sus aulas más apartadas,
junto a las dependencias privadas de las monjas, donde aquella nueva profesora
de Inglés hizo su primer e inolvidable acto de aparición.
Su espectacular figura,
perfilada por unos pantalones vaqueros y un jersey amarillo, se hacía acompañar
por un cabello negro de corte muy moderno y favorecedor -que la princesa Diana
de Gales copiaría posteriormente- y unos centelleantes ojos azules cuya mirada
pronto aprenderíamos a traducir y, en ocasiones, a temer. Llegaba de las verdes
tierras de Irlanda, esa preciosa isla donde los apellidos vienen precedidos de
la partícula Mc, para recalar en la no menos verde y preciosa capital del viejo
Reyno de Navarra, con el firme propósito de impartir la asignatura de Inglés
ayudada por su particular acento, tan propio de los docentes nativos. Por esa
razón, se convirtió rápidamente en una pieza sumamente importante dentro del
engranaje de aquel Bachillerato Unificado Polivalente que iniciábamos, a medio
camino aún entre la infancia y la juventud.
Dueña de un marcado
carácter, rigurosa y afable a la vez, exigente
a la par que tierna, dulcificando a menudo su discurso con sonrisas de
complicidad y haciendo gala de ciertos destellos de feminismo bien entendido, la
resuelta joven se esforzó por apaciguar las hormonas de decenas de quinceañeras
en los albores de una existencia rebosante de sueños por cumplir, a veces más
pendientes de los chicos que de las lecciones, y siempre deseosas de que sonase
la campana para ir a hablar por los codos de pupitre en pupitre. Sospecho que
ni a ella ni al resto de sus compañeros de claustro les debió resultar tarea
fácil meternos en vereda. Sin embargo, el transcurso de las décadas se ha
encargado de avalar su entrega y dedicación en pro de nuestra formación
académica.
Y es que Maureen consiguió
que muchas de nosotras nos enamorásemos sin remedio de la lengua de Shakespeare
y que a día hoy la sigamos utilizando en el ámbito de nuestras respectivas
profesiones y de nuestras actividades de ocio, como la literatura y el cine. Cierro
los ojos y, siete lustros después, todavía puedo visualizarme saliendo to the blackboard para, tiza en mano,
escribir con la zurda las preguntas del crossword
puzzle, con aquel next de fondo,
a modo de grito de guerra, y el recurrente comentario de que estábamos en los
“nubitos”, para regocijo del grupo al completo.
Pero, al margen de su
faceta como profesora, tuvimos la suerte de conocer también a la esposa
enamorada y a la orgullosa madre de dos hijos varones, una especie de princesa
celta felizmente integrada en los valores, las creencias y las tradiciones que
definen al generoso pueblo navarro. Sus compañeros han sido asimismo testigos y
beneficiarios de las cualidades de Maureen para trabajar en equipo y compartir
sus experiencias personales a lo largo de numerosas tardes de martes en el
Departamento de Inglés donde, además de programar, coordinar e innovar los
contenidos de la asignatura, se reforzaban los lazos de amistad entre
bizcochos, café con leche e incluso alguna copita de moscatel (que, por cierto,
no era lo que provocaba los guiños incontrolables de aquel colega, que se
explicaban desde la Neurología y no desde el flirteo).
Sin duda, nos ha enseñado
mucho más que un idioma. Sucedió así, por ejemplo, en un viaje a Vitoria con
motivo de la celebración de un curso, cuando reveló algunos de los principios
que conforman su modo de pensar, de sentir y de actuar, entre ellos el inmenso
peso específico que le otorga a la figura del marido, el hombre que permanece a
nuestro lado cuando los hijos vuelan del nido y junto a quien nos esforzaremos
por aceptar de buen grado esa ley de vida. O cuando aconsejaba a otras mujeres
que valorasen, incluso por encima de sus merecimientos, las tareas domésticas
de sus esposos ya que, de lo contrario, corrían el riesgo de que aquellos se
escudaran en las críticas recibidas para no volver a colaborar en casa nunca
más. Está claro que el humor irlandés no tiene nada que envidiar al británico…
Querida Maureen, gracias
de todo corazón por el legado que nos dejas. En estos tiempos convulsos en los que
la bondad, la honestidad, el esfuerzo, la exigencia y el cumplimiento del deber
son tesoros a recuperar, tu bella imagen siempre quedará asociada a ellos.
Ojalá esta nueva etapa que ahora comienzas te colme de satisfacciones. Feliz
futuro. Feliz vida.
Kisses a lot.
Buenas noches. Entre pausa y pausa del agotador viaje del trabajador y opositor, me hallo en la tesitura de, antes de conciliar un suñeo efímero pero espero reparador, hallar de nuevo en sus post una enriquecedora lectura que mezcla nostalgia, recuerdos y sobre todo, que comsfuec arrancarme una sonrisa que encarna todo los que tuvimos la oportunidad de crecer entre aquellos muros, hoy llamados Liceo Monjardin, los cuales no perdí la oportunidad de visitar este febrero, al retornar de nuevo a mi tierra. Me considero una persona escéptica, pero no deja de asombrarme que hoy me acordara de nuestra querida Maureen, superlatica docente que dio clases tanto a mis doa hermanos como a un humilde lector suyo, si ya me permite darme la etiqueta de "follower" a la antigua usanza. Ha sido mera casualidad, hoy, leer un apellido de un futbolista irlandés y poneeme a bucear sobre que fue de nuestta irreperible profesora???. Permítame varios interrogantes!. Una vez más, sus palabras me trasladan a otros lugares, otros tiempos, que todo .ex alumno deberia poder disfrutar. Le doy las gracias por robar tiempo al tiempo y plasmar sus recuerdos en estas bellas palabras. Desde Tarragona, GRACIAS
ResponderEliminarMuchísimas gracias por su comentario, Francisco, que me llega al corazón. Ha sido una grata sorpresa reencontrarle en las páginas de mi blog y comprobar que su sensibilidad se mantiene intacta. No la pierda nunca.
ResponderEliminarUn gran abrazo desde Tenerife.
MYRIAM
Maureen!! Soy Leticia Tablado y profesora de inglés, además de periodista. Siempre me acuerdo de ti: la mejor profesora de inglés de mi vida. Miriam, te agradecería que se lo hagas llegar. Saludos a todos. Gran centro y grandes recuerdos
ResponderEliminarCuenta con ello, Leticia. Será un placer trasladar a Maureen tu cariñoso saludo. Muchas gracias por tus amables palabras y un gran abrazo desde Tenerife.
EliminarTe lo agradezco muchísimo, Myriam! Gracias por escribir este post. Hoy me he acordado de ella y la he buscado en Google. Este maravilloso post me ha aparecido. Gracias
EliminarEstimada Leticia:
EliminarTe confirmo que Maureen ya ha recibido tus mensajes y se ha sentido extremadamente feliz. Ni ella ni yo hubiéramos imaginado nunca el recorrido que podía tener este texto, que escribí con tanto afecto hace ya seis años. Definitivamente, la vida es un milagro que no deja de sorprendernos. Quien sabe si algún día nos conoceremos personalmente...
Abrazos agradecidos
MYRIAM
Miriam, no puedo expresar mis sentimientos ahora.Me acercaré a Ursulinas. Vivo cerca. Todos los besos del mundo a Maureen y A ti. Muchas gracias
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