martes, 12 de julio de 2016

VIOLACIONES SEXUALES: UN INFIERNO SIN FECHA DE CADUCIDAD





Quien más, quien menos, habrá escuchado una reflexión pretendidamente jocosa en virtud de la cual, cuando una mujer dice “no”, en realidad quiere decir “sí”, todo ello en el ámbito de una discutible seducción femenina. Es otra de las innumerables ignominias a las que se ha visto expuesto el mal llamado sexo débil desde el principio de los tiempos. Lástima que, en algunas ocasiones, la gravedad de los efectos que acarrea sea capaz de trocar una existencia hasta entonces apacible en un infierno sin fecha de caducidad. 

Es lo que acaba de ocurrir (sigue ocurriendo) en Pamplona con ocasión de las fiestas de San Fermín, cuando la pasada semana una joven fue violada por cinco individuos en un portal del Segundo Ensanche de la ciudad. Desgraciadamente, no ha sido la única. Tres lustros después del comienzo del siglo XXI, al mundo en que vivimos le queda un largo trecho que recorrer para erradicar el incalificable fenómeno de la violencia de género y de las agresiones sexistas. Se está apelando con firmeza desde las instituciones a que los propios hombres sean parte de la solución y cambien la forma en que se afronta esta lacra tan denigrante que, por otra parte, no conoce fronteras ni entiende de razas, religiones o clases sociales. 

Las proclamas que se están transmitiendo son sumamente claras y van destinadas a alentar a la población a comunicar de palabra y de obra las circunstancias de cualquier persona en peligro de ser atacada sexualmente. Sirva como ejemplo la efectiva campaña emprendida por las autoridades de la Comunidad Foral de Navarra, con multitudinaria manifestación ciudadana en la capitalina Plaza Consistorial. Dado que las cifras hablan por sí mismas y son demoledoras, contundentes mensajes circulan ya a través de Internet y encuentran reflejo en los diversos medios de comunicación. 

Aplaudo con entusiasmo cualquier iniciativa tendente a la erradicación de esta tragedia, que nos denigra socialmente, y creo firmemente que la clave de un hipotético triunfo ante esta realidad perversa estriba en la educación escolar y familiar y en el cambio de actitudes generadoras de sometimiento y humillación. Hemos de trasladar a los niños y a los adolescentes un modelo de relaciones sanas, basadas en el respeto y la igualdad. También debemos ser muy conscientes de la importancia del lenguaje utilizado, a menudo degradante y ofensivo, que promueve el sexismo y reduce a la mujer a la mera animalidad. Es preciso evitar el silencio cómplice y, asimismo, denunciar a los agresores para que sean duramente castigados por sus actos. 

No caben excepciones. No hay excusas. Millones de mujeres de los cinco continentes continúan siendo violentadas cada día, sometidas a las mayores aberraciones y vejaciones dentro y fuera de sus hogares y tanto por conocidos como por desconocidos. Esas mismas mujeres que, cuando quieren decir “no”, dicen “no”.

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