jueves, 12 de enero de 2012

¿ES ESPAÑA UN PAÍS DE GOLFOS?

Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 12 de enero de 2012



Acabamos de dar carpetazo a las fiestas de Navidad y, ya instalados en 2012, la cruda realidad no tiene intención de facilitarnos la más mínima tregua. Para terminar de abrirnos los ojos, los ministros del recién estrenado Gobierno de la nación desfilan contritos ante los medios de comunicación exhibiendo las inasumibles cifras del previsible desastre heredado del ejecutivo anterior. Además, y para más inri, Alfredo Pérez Rubalcaba, titular de relevantes carteras repartidas por José Luis Rodríguez Zapatero, aspira a seguir dirigiendo la nave socialista en la oposición para, esta vez sí, convencernos de cómo se hacen bien las cosas, aunque sea con un ligero retraso de ocho años. ¿Qué tendrá el poder, que quien lo cató no se resigna a perderlo? Habrá que preguntárselo a todos esos políticos profesionales que, siempre pensando en nuestro bien -¡qué considerados!-, insisten en aliarse hasta con el diablo con tal de permanecer en la poltrona.


El caso es que en esta patria de nuestros pecados cuna de la picaresca y del golferío al por mayor, los chorizos y los maleantes resultan muy pintorescos y gozan de gran predicamento popular. Incluso algunos, como El Dioni, acaban participando en  realities televisivos en los que demuestran –es un decir- sus grandes dotes artísticas e intelectuales. Comportamientos tales como la mentira o el robo, que en cualquier estado mínimamente serio conducen directamente a la cárcel, en nuestra piel de toro son motivo de admiración y, si me apuran, hasta de envidia. No en vano somos la cuna de Lázaro de Tormes, El Buscón don Pablos, Curro Jiménez y Luis Candelas. España, en disputada lid con el resto de estados meridionales (Italia, Grecia y Portugal) siempre ha competido con ardor por ese primer puesto en el escalafón de la inmoralidad. Por lo visto, va en nuestra carga genética. Sólo así se explica que un alto porcentaje de latinos admiren y, lo que es peor, voten a sujetos de la calaña de Silvio Berlusconi,  cuya trayectoria política se caracteriza, entre otras indignidades, por repartir ministerios entre sus amantes.


Mientras tanto aquí, charanga y pandereta en ristre, basta con echar un vistazo somero a nuestro alrededor para percibir la podredumbre ética llamando a nuestra puerta. Las mafias instaladas en unos sindicatos mayoritarios que son carne de subvención no dudan en llevar al obrero a una situación próxima al exterminio con sus reivindicaciones extemporáneas. Los escándalos de la trama Gürtel abochornan a cualquier ciudadano con unos principios mínimos. Las informaciones acerca de las actividades del Duque de Palma sirven para transcribir un tratado sobre la codicia. La impunidad en la que campan algunos banqueros responsables de esta crisis, amparados en la pasividad de unos no menos responsables políticos, clama al cielo. El notable porcentaje de falsos parados instalados en la economía sumergida explica que aún no se haya producido un espectacular estallido social. Realidades tan bochornosas como las del Plan de Empleo Rural (PER) o los Expedientes de Regulación de Empleo (ERE) concedidos  a los amigotes de turno, que terminan dilapidando el botín en cocaína y clubes de alterne, son terreno abonado para la estirpe golfa y conducen a los ciudadanos de bien a una permanente desazón moral, social y financiera.

¿Puede alguien decirme por qué no se aprueban leyes que fomenten la transparencia económica, castiguen a los corruptos y, sobre todo, les obliguen a devolver el dinero? ¿Puede alguien aclararme por qué el único castigo a unos pésimos dirigentes que nos han dejado sumidos en el abismo es su no reelección en ulteriores comicios? ¿Acaso no sería justo que sufrieran unas penas acordes con su mala gestión en vez de salirle gratis?  Sé que más de uno me tachará de demagoga por formular una última pregunta pero me arriesgaré de todos modos. ¿Es España un país de golfos? Juzguen ustedes mismos.

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