Definitivamente, no cabe mayor paradoja.
Leo con gran satisfacción la noticia de que el Consejo de Europa ha
decidido condenar a nuestra vecina Francia por no haber prohibido
explícitamente los castigos corporales a los niños, en contra de la Carta
Europea de los Derechos Sociales. Se da la circunstancia de que otros países
miembros también incurren en idéntico incumplimiento normativo. Aunque el
dictamen emitido no implica ninguna multa, sus impulsores confían en que sirva para
modificar la vigente legislación gala y evitar así otras denuncias contra los
franceses ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. De hecho, la Fundación
por la Infancia ya ha avanzado que recurrirá ante el Tribunal de Estrasburgo
para que París sea condenado judicialmente.
La decisión que afectará
a los otros cinco países que fueron objeto de la demanda de la Asociación para
la Protección de Todos los Niños (APPROACH) -Bélgica, Italia, República Checa,
Eslovenia e Irlanda- es esperada para finales de mayo. Dicha ONG británica
alegó en su demanda que Francia viola el artículo 17 de la Carta Europea de
Derechos Sociales "por la falta de una prohibición explícita y efectiva de
todo tipo de castigos corporales a los niños en la familia, las escuelas y otros
lugares, y porque Francia no ha actuado con la debida diligencia para eliminar
esos castigos en la práctica".
Sin embargo, de acuerdo
con las últimas encuestas, un 80 % de los franceses son hostiles a esa
prohibición, entre otras razones porque, a su juicio, podría verse amenazada la
autoridad de los padres, ya de por sí bastante cuestionada. Para rematar la
faena, los responsables de su Gobierno, más allá de lanzar llamamientos de
concienciación sobre los efectos perversos del recurso a la violencia, se han
mostrado reticentes a intervenir en el terreno normativo de un territorio en el
que no se puede pegar a los animales pero sí a los niños.
Mi posición a este
respecto es bien conocida y la he manifestado incluso por escrito. Adjunto al final de este párrafo el enlace de mi artículo de 2011 “UNA VOZ EN CONTRA DE LOS AZOTES A TIEMPO”, plenamente
convencida de que los golpes no sólo no son efectivos con los menores sino que
contribuyen a la difusión y a la reproducción de la violencia. Me pregunto qué
entienden esos padres por autoridad y, simultáneamente, me respondo que su
concepto se encuentra a años luz del mío. Porque nada hay que denigre más al
ser humano que recurrir a la violencia para la consecución de sus fines. Y ya
no hablemos si las víctimas son los seres más vulnerables de nuestra sociedad.
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