Apenas una semana después de su fallecimiento,
continúo leyendo con emoción las palabras de despedida de numerosos autores a
la figura del excelente escritor uruguayo Eduardo Galeano, cuya obra
le sobrevivirá para suerte de todos sus lectores, presentes y futuros.
Intelectual comprometido y defensor del derecho a la
dignidad de los hombres, resulta admirable su manera de ejercer la
crítica social recurriendo para ello a un estilo primoroso.
Su exitoso ensayo “Las venas abiertas de América
Latina”, publicado en 1973, da la medida de su valía personal y profesional y
sigue siendo un referente de la tan necesaria literatura de denuncia.
El hombre honesto que fue Galeano luchó contra la
dictadura uruguaya y sufrió por ello el exilio, lo que no le impidió conservar
su condición de artista insobornable que satirizó los vicios, la rapiña y la
soberbia de “los de arriba”, dejándonos no sólo un fidedigno retrato de las
miserias de su continente latinoamericano sino de la enfermedad moral que provoca en la
ciudadanía la escala de valores de un sistema económico que le aparta de su
verdadera dimensión humana.
La armoniosa combinación de ensayo, poesía y crónica,
junto a un lenguaje depurado y preciso, lleno de ironía y humor pero ausente de
alharacas y florituras, le definen como una pluma de primera fila que conmueve y
apela a la reflexión.
Nos ha demostrado con su trayectoria vital que
compromiso y buena literatura no tienen por qué ser excluyentes. Muy al contrario, ese
concreto rasgo es una de las principales razones de su triunfo y de su
reconocimiento.
Descanse en paz.
FRASES ESCOGIDAS
Libres son quienes crean, no quienes copian, y libres son
quienes piensan, no quienes obedecen. Enseñar es enseñar a dudar.
Ojalá podamos tener el coraje de estar solos y la
valentía de arriesgarnos a estar juntos.
Mucha gente pequeña en lugares pequeños haciendo cosas
pequeñas puede cambiar el mundo.
Sólo los tontos creen que el silencio es un vacío. No
está vacío nunca. Y, a veces, la mejor manera de comunicarse es callando.
Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se
aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá.
Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. Entonces, ¿para qué sirve la utopía?
Para eso sirve, para caminar.
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