En la mañana de ayer lunes tuve la suerte de
acompañar mi café con la lectura de un artículo de opinión cuyo contenido
comparto plenamente. De hecho, me sentí tan identificada que he decidido
compartirlo de inmediato en las páginas de mi blog. Me recuerda a otro que yo
misma escribí hace bastante tiempo, titulado FOBIA A LA NOMOFOBIA.
Su autor es el escritor y periodista Guillermo Busutil,
un granadino cosecha del 61 que, visto su año de nacimiento, no es víctima de la LOGSE. Y se nota…
A continuación, adjunto algunos de sus extractos:
A
bordo de una pantalla, la gente vive las prisas del instante. Con las yemas
subiendo y bajando la rauda velocidad de la vida, sin degustar las pausas, el
placer de extraviarse dentro del tiempo para suceder en otra parte.
Hoy
día no se filtra el tiempo ni se busca gozar su naturaleza huidiza. La gran
mayoría lo consume superficialmente, saltando vertiginosamente de una
información a otra. La gente ha olvidado que en la lectura de buenos libros, en
la conversación abierta con nosotros mismos y con el otro, en el amor y sus
estaciones, en el trabajo o vagabundeando por el pensamiento, encontramos
nuestra identidad, ideas claras de que en lo real somos reales e irrepetibles.
En el
otro mundo, el digital, el tecnológico, en el que cada día más gestionamos
nuestro yo y nuestras relaciones, somos fantasmas binarios y en zigzag.
Aislados, sin darnos cuenta, en un mundo iluminado ininterrumpidamente, en
permanente exposición y visibilidad, donde
nada de lo íntimo puede permanecer oculto o en el ámbito privado.
España
está a la cabeza de la Unión Europea en número de smartphones (23 millones).
Según el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas, revisamos el
smartphone unas 150 veces al día. La adicción tecnológica ataca sobre todo a
los más jóvenes, los llamados nativos digitales. Hace poco la University
College de Londres publicó un estudio indicando su incapacidad de analizar
información compleja, al ser más propensos a leer a toda prisa y de forma más
superficial.
Dicho informe del CIS también señala que la mitad de los españoles no compró
ningún libro en 2014 y que el 35% no lee nunca. Unos datos que certifican esta
nueva manera de leer la vida y responder sin detenerse un instante a
reflexionar. No es raro el empobrecimiento mental que ello conlleva.
Cuando
la vida se convierte en correr de un lado para otro, sin saber a dónde se va ni a qué se ha ido no es extraño que
surjan voces defendiendo el bienestar de la vida analógica o declarándose
amishs tecnológicos.
Como yo que, a mucha honra, me declaro amish tecnológica.
Como yo que, a mucha honra, me declaro amish tecnológica.
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