Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 10 de marzo de 2017
Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 10 de marzo de 2017
Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 10 de marzo de 2017
El pasado lunes 6 de marzo, dos jornadas antes de la celebración del Día
Internacional de la Mujer, los miembros del Parlamento británico debatieron en
la Cámara de los Comunes una importante cuestión cuya relevancia de cara al
futuro está fuera de toda duda. Un comité parlamentario había procedido
previamente a elaborar un informe de 54 páginas titulado “Tacones altos y
códigos de vestuario en el puesto de trabajo”, que reflejaba, a su vez, un
estudio en profundidad realizado tras recabar 730 testimonios de mujeres
afectadas por imposiciones en sus vestimentas de trabajo. Porque no se trataba
únicamente de los perjuicios asociados a llevar tacones durante horas y horas,
sino de atender a otras directrices como las de teñirse la raíz del cabello,
exhibir atuendos sugerentes o aplicarse maquillaje con frecuencia. Y, aunque
ese debate en sede parlamentaria no sea vinculante, está aumentando
notablemente la presión política y social para que las empresas eliminen de una
vez por todas estas lamentables exigencias.
La promotora de esta justa reclamación es una joven de 27 años (en la foto) que fue
despedida de su puesto de recepcionista cuando se negó a cumplir la imposición
de sus jefes de usar tacones, alegando que en nada favorecía al desempeño de
sus tareas y que, por el contrario, iba en detrimento de su salud. En un
principio, temió posibles represalias ante su postura pero pronto se dio cuenta
de que era necesario elevar la voz y denunciar una situación completamente
fuera de tiempo y de lugar. Y así lo entendieron también los más de 150.000 firmantes
que, apoyando su reivindicación, han conseguido convocar a sus diputados para instar al
Gobierno a revisar estos usos y a hacer efectiva una legislación que, pese a
estar en vigor, sufre un constante incumplimiento por parte de numerosos
empleadores de los sectores profesionales más diversos. En el concreto caso de
la denunciante, además del tipo de calzado, las recomendaciones incluían la reaplicación de maquillaje, lápiz labial, rímel, sombra de ojos, laca de
uñas de una paleta de colores específico, grosor de medias y raíces invisibles
en el cabello teñido. Una completa locura.
Resulta lógico que en determinadas profesiones se contemplen directrices en
cuanto a la forma de vestir, habida cuenta su relevancia en la ejecución de la
actividad a desarrollar. Por ejemplo, nadie discute que en una cocina sea
imprescindible lucir el cabello recogido y cubierto por cuestiones de higiene.
Sin embargo, ¿de qué modo o en qué
grado mejora el desempeño de una tarea el hecho de llevar la falda a una altura
determinada o de elevarse sobre unos zapatos diez centímetros por encima del
suelo?
En mi opinión, revisar estas diferencias tan
extremas entre las indumentarias masculina y femenina en el ámbito laboral es
otro reto (uno más) en aras a reducir la recurrente discriminación por género. De ahí que muchas compañías aéreas y ferroviarias ya hayan
modificado los otrora estrictos códigos estéticos de sus azafatas, permitiéndoles
utilizar pantalón al igual que sus compañeros.
En España existe un precedente judicial sobre esta materia. El
pasado mes de julio de 2016, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid anuló
la sanción de seis meses de suspensión de empleo y suelo impuesta a una guía de
Patrimonio Nacional que se negó a vestir el uniforme y a calzar zapatos de
tacón. En dicha sentencia se afirma que obligar a las mujeres a llevar tacones
en el trabajo mientras que los hombres que realizan las mismas funciones pueden
usar zapato plano es una distinción vinculada al sexo y, por lo tanto, una
actitud empresarial que no está objetivamente justificada. En consecuencia, la
empresa deberá ofrecer la opción de una calzado de iguales características que
el de los varones a las compañeras que así lo requieran. Desde
luego, cuesta creer que a estas alturas de la Historia tengamos que seguir
reclamando obviedades de esta naturaleza. Desgraciadamente, aún nos quedan
muchas barreras por franquear. Demasiadas.
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