viernes, 26 de junio de 2015

¿EXISTE ALGUNA DIFERENCIA ENTRE MORIR Y NO PODER VIVIR?



Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 26 de junio de 2015

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 14 de julio de 2015




Cada minuto, ocho personas dejan todo tras de sí para huir de la guerra, la persecución y el terror. Y cuando les veo abriendo los informativos en horarios de máxima audiencia, no puedo dejar de pensar que yo haría exactamente lo mismo si estuviera en su lugar. Cuando observo las imágenes de sus rostros descompuestos me pregunto si existe alguna diferencia entre morir y no poder vivir y, sinceramente, creo que no.

Como recordatorio y homenaje a su condición, la semana pasada volvió a celebrarse el Día Mundial del Refugiado, en un año en el que las cifras de personas que se encuentran en dicha situación alcanzan ya cotas inasumibles. Según la Organización de las Naciones Unidas, a finales de 2014 casi sesenta millones de seres humanos se vieron removidos por la fuerza a nivel mundial, un ritmo que se ha cuadruplicado en apenas cuatro años. En otras palabras, 1 de cada 122 es un refugiado, un desplazado o se encuentra en busca de asilo, integrando así el grupo social más vulnerable de los habitantes de la Tierra. Siria, Ucrania, Sudán del Sur, República Centroafricana, Nigeria o Pakistán son a día de hoy los epicentros de los mayores desplazamientos forzosos. Simultáneamente, muchos son los conflictos de larga duración que continúan sin resolverse, arrastrando unas consecuencias que se extienden durante un cuarto de siglo.

Oleadas de hombres y mujeres desarraigados que reclaman protección frente a la persecución y la violencia crecen como la espuma y no les queda más opción que recurrir a vías peligrosas de huida, como los viajes clandestinos en barco. Salvar su existencia ha de ser, pues, el primer objetivo del fenómeno migratorio en el Mediterráneo y en el sureste asiático.  Si bien se trata de un dato orientativo, en los últimos doce meses han perecido ahogadas al menos 1.800 víctimas que intentaban alcanzar las costas europeas en busca de seguridad y protección. En su mayor parte, huían con lo puesto de los conflictos bélicos, los hostigamientos y las injusticias a los que eran sometidos en sus países de origen. Aunque este tema es objeto de encendidos debates entre partidarios y detractores de prestar ayuda, no cabe duda de que Europa está llamada a desempeñar un papel decisivo en esa responsabilidad colectiva de actuar.

Por ello, resulta esencial que Gobiernos y sociedades civiles renueven su compromiso de brindar refugio y seguridad a los afectados por esta tragedia. Ahora que el 86% de ellos viven en nuestro discutible “mundo en desarrollo”, la solidaridad internacional y la distribución de la carga se tornan cruciales para satisfacer sus necesidades más elementales.

Reproduzco aquí las palabras de Ban Ki-moon, Secretario General de la ONU, cuando nos insta a que “recordemos la humanidad que nos es común, celebremos la tolerancia y la diversidad y abramos nuestro corazón a los refugiados en todo el mundo”. La Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 y su protocolo de 1967 constituyen los únicos instrumentos legales que amparan la protección internacional de los refugiados y su piedra angular es el Principio de No Devolución. En virtud de ambas normas, estos merecen como mínimo los mismos estándares de tratamiento que el resto de extranjeros de un país y, en muchos casos, idéntico que el de los propios nacionales.

En esta abnegada cruzada desempeña una misión impagable ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), Agencia internacional que les proporciona protección legal y busca soluciones duraderas a sus problemas, ayudándoles a regresar voluntariamente a sus hogares o a asentarse en otros territorios donde reconstruir sus historias con dignidad y en paz. Su principal finalidad no es otra que defender los derechos de todos los desplazados, ofreciéndoles educación y servicios sanitarios. En todo caso, consideran la repatriación voluntaria como la solución más deseable de todas, organizando visitas regulares de seguimiento y participando en actividades de reconciliación comunitaria. 

Su ejemplo de solidaridad ha de inspirarnos para transformar sin excusas este mundo infernal en el que habitamos.




4 comentarios:

  1. No suelo dirigirme a columnistas de los muchos que escriben en los diferentes medios de comunicación escrito, a pesar que, en muchas ocasiones he sentido la tentación de hacerlo , ya sea por estar a favor o en contra de sus publicaciones. Ésta vez no me he podido resistir . Me refiero a un escrito suyo publicado el Jueves o Viernes, no recuerdo con exactitud, en el diario La Opinión de Tenerife titulado “ ¿Existe alguna diferencia entre morir y no poder vivir”? . He de confesar que al finalizar su lectura, primero me sorprendió, luego me conmoví y finalmente me alegré. Sorpresa al ver que alguien haya tocado un tema que, en mi opinión, es una más de las históricas aberraciones que arrastrará la especie humana a lo largo de los siglos y de su historia, perfectamente comparable al holocausto judío, al genocidio del fundamentalismo islámico –causante directo del tema de su escrito, aunque no el único- o a la destrucción de las culturas indígenas de América y Australia. Conmoción al ver que esta tragedia tiene visos de que, no sólo no va a cesar sino que se va a perpetuar en el tiempo mientras los organismos internacionales se rascan la barbilla buscando una posible solución que, o no saben o no quieren –o ámbos- encontrar. Alegría –no sé si será un término adecuado para un tema como éste- por ver que alguien ha puesto el dedo en una llaga que, a unos les importa mucho, a otros menos, y a la gran mayoría lo ven como otra noticia más en el periódico o en el telediario de la noche, más pendientes de las vacaciones de Cristiano Ronaldo o los goles de Messi.
    Sólo espero que alguno de los que ha tenido la suerte, primero de leer y luego de reflexionar sobre este escrito, les sirva para sacudir sus conciencias y no ver esta tragedia como un capítulo más del devenir de la especie humana en este mundo apocalíptico, a juzgar por la cantidad de conflictos que están produciéndose actualmente. Si eso ocurre, el objetivo primario de escritos como el suyo han valido la pena. Por supuesto, a partir de ahora seguiré con atención la publicación de sus artículos y ruego me incluya entre sus más fervientes admiradores.
    PD. Aprovecho para mostrarle uno de mis escritos que incluyo en un modesto blog dedicado a una protagonista más de ésta tragedia.

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    1. Estimado lector:

      Le agradezco profundamente sus palabras, que me sirven para seguir adelante en mi labor de transformar desde la humildad algunas de las numerosas injusticias que nos asolan como sociedad.

      Contar con interlocutores de su perfil me llena de esperanza y de fuerza, ya que sensibilidades como la suya son imprescindibles para cambiar este mundo de desigualdades en el que nos ha tocado vivir.

      Por lo tanto, ni conformismo ni resignación. Por poco que hagamos cada uno de nosotros, siempre será mejor que no hacer absolutamente nada.

      Un abrazo cariñoso y, de nuevo, mil gracias.

      MYRIAM

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  2. MIÉRCOLES, 22 DE AGOSTO DE 2012
    SAMIA
    Este pasado Lunes, el mundo ha girado la cabeza. Una joven llamada Samia era una de los veinte desaparecidos al hundirse la patera en que viajaban por el Mediterráneo con destino a la " tierra prometida " de occidente, en la búsqueda de un futuro mejor , no en la búsqueda de un sueño, su sueño seguramente era vivir en su país, Somalia, de su tierra África, en paz, trabajar en su progreso, sin temor al presente ni al futuro, junto a su familia, junto a su gente, mirar al cielo estrellado en las noches del desierto y que éste velara su sueño.
    ¿Porqué giró la cabeza el "otro" mundo esta vez?. Porque fue atleta y participó en una olimpiada... hace cuatro años. Solo por eso, hasta ahora no le había importado lo que tuvo que hacer para subirse a esa patera, sus lágrimas al alejarse de los suyos, tal vez para siempre, tal vez... No sabíamos de su existencia hasta que murió - triste paradoja -, los medios de información solo hablaron de ella cuando no llegó a la otra orilla, igual que otros miles que tampoco llegaron, que tampoco llegarán.
    ¿Estará tan lejos de nosotros la otra orilla , que aunque podamos verla no giremos la cabeza para hacerlo, aunque podríamos tropezar con ella en cualquier boca de metro, en cualquier acera de cualquier ciudad?
    Se llamaba Samia, tenía 21 años, era atleta y participó en una olimpiada, pero la medalla la ganó ahora, no es de oro, ni de plata, ni de bronce, pero brilla más que ningún metal conocido, brilla como el sol, el sol de su país, de África, que alumbró a sus antepasados, que alumbrará a su familia eternamente, como eternamente colgará en el pecho de Samia.
    El Estadio está lleno, pero no hay nadie del "otro" mundo, solo hay seres humanos, con sus cantos, sus danzas. En la pista nos hay carreras, ni saltos, ni lanzamientos, solo hay pasos hacia adelante.
    Veo a Samia con la bandera de África y luce en su pecho una medalla de rutilante brillo que nos alumbra a todos.

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    1. Querido Pelinor:

      La otra orilla está tan cerca de nosotros que a veces me resulta insoportable de asumir.

      Es en esos momentos de rebeldía cuando me pregunto por qué su visión sólo nos alcanza a algunos.

      También me planteo si quienes no la ven es porque no saben, porque no pueden o porque no quieren, siendo la tercera opción la que mayor desasosiego y coraje me genera.

      Y entonces llamo a mis hijos y les digo que la vida es otra cosa y que, antes que nada, debemos ser PERSONAS, con mayúsculas.

      Hoy les regalaré el hermoso relato de un hombre con nombre de Mencey, al que no le da igual el sufrimiento de seres anónimos como nosotros, pero que deben arriesgar sus vidas en busca del paraíso que merecen.

      De nuevo, GRACIAS. Siga escribiendo.

      MYRIAM

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